
Habla, grita, chilla, se queda sin voz. Pero nadie le escucha.
Que se acostumbre, que lo asuma. “Lunes, miércoles y viernes te lo que das tú, martes y jueves me lo quedo yo. Fin de semanas alternes” Parece que hablan de un perro, de un objeto cualquiera al que darle patadas cuando estás de mal humor. Un objeto que no puedo opinar, que solo observa lo que pasa a su alrededor. Que vé como las cosas van de mal a peor. Un objeto que lo sabe todo y finge no saber nada. Uno que no puede llorar, que solo consuela, nunca es consolado. Un objeto más de la casa, que adorna, sin importancia suficiente. Uno que no puede valerse por sí mismo.
Uno que ve con los ojos cerrados. Que no puede enamorarse, que no siente besos, ni caricias...
Pueden cambiarlo de lugar, pueden esconderlo, arrojarlo, callarlo, reprimirlo, obligarlo. Pero no pueden cambiar lo que ha visto, lo que siente lo que es, lo que piensa lo que quiere. Solo le harán más fuerte, solo conseguirán que crezcan sus alas para salir de allí, en busca de algún lugar, de alguien, donde deje de ser, un peón en su propia vida, donde pueda elegir, aquel lugar donde la única forma de callarla sea con un beso. Donde los sueños sean algo más que una simple aspiración.
Por que algún día dejará de ser solo un objeto de tu propiedad, al que no le queda más remedio que actuar según tu parecer, y piensas que lo tendrás eternamente... pero, llegará un momento en el que lo necesites a tu lado y ya no estará. Por que el tiempo pasa pero este objeto sentirá lo mismo que ayer.
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