
La rabia salía por cada uno de mis poros, no podía soportarlo. Salí corriendo de allí, con ganas de gritar, con ganas de aporrearlo todo, moriría si no me iba en aquel momento. Me aseguré que ya no me podían ver para soltarlo todo, me puse a llorar en medio de la calle sin importarme quien mirara, eché a correr rápido hacia el portal, saqué las llaves temblorosa sin saber si subir o no. Abrí la puerta y subí rápido escalón tras escalón sin dejar de llorar. Entré apurada apretando con fuerza los dientes para que nadie me escuchara sollozar. Me metí en la primera habitación que vi. Cerré con brusquedad y me apoyé contra la puerta para que nadie se entrometiera en esto. Intentaba no hacer ruido pero ya me había delatado a mi misma. Empezaron a petar tras la puerta. A cada golpe subía el tono de mis gritos, no podía evitarlo. Estallé.
Se la oía gritar y llorar a kilómetros de allí, cada vez más y más fuerte, como si la estuvieran torturando, como si estuviese muriendo por dentro lentamente. Me abrió por fin la puerta, solo quiso que pasara yo, le avergonzaba estar llorando, empezó a arañarse la cara para sacarse las lágrimas, le agarré el rostro, tenía la mirada perdida, la respiración agitada y no podría para de llorar, de moverse de un lado a otro, quise abrazarla pero rehuía de todo aquello que pudiera consolarla. Aquello tenía que acabar, sí o sí.
Llevaba meses, años... esperando ese momento, todo había terminado, cómo iba a ser verdad, costaba tanto creerlo. Tenía todos mi recuerdos allí, allí lo había vivido todo. ¿Se podía odiar tan profundamente y querer a la vez una misma cosa? Sentía de nuevo la rabia de siempre, no había sido capaz de continuar, no había sido capaz de seguir. Todo se había derrumbado. Todo lo que había vivido a día de hoy era mentira, todo era tiempo perdido, todo se había reducido a nada.
No había sido capaz de salvar nada. Adiós años perdidos.
¿Sabes lo que es la sensación de haber perdido toda tu vida?
Nunca estuviste en mi lugar, nunca sentiste mi dolor.
Estaba harta de llorar, harta de odiarlo todo, harta de levantarme por las mañanas. Solo quería desaparecer del mundo, escapar, morir. Lo que fuera, pero no, todo se repetía, las mismas historias, día tras día, sin poder hacer nada para evitarlo.
Olvidé por fin lo que era llegar llorando todos los medio días, encerrarse en la habitación y no salir hasta la cena, olvidé por fin lo que era llorar hasta quedarse dormida.
Irme de aquel lugar supuso volver a empezar, irme de allí supuso borrón y cuenta nueva, era volver a ser yo, era volver a nacer, iniciar una nueva vida, desde 0 sin nada ni nadie.
Me sentía a salvo, protegida, en un mundo nuevo, un mundo diferente, un mundo perfecto. Nunca había imaginado que la realidad pudiera superar sin medida a los sueños. El pasado era solo como un día malo. Estaba atrás, nada lo traería de nuevo a mi vida, no me alcanzaría más.
Pero, abre los ojos, el pasado vayas donde vayas, te perseguirá para siempre.
Si hay algo de lo que no puedes huir, es del pasado.
¿Alguna vez te has parado a pensar que debería ocurrir para que un día normal se convierta en el más feliz de tu vida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario