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lunes, 7 de mayo de 2012

Haz que cada día cuente.

Toda la ciudad estaba igual, nada parecía haber cambiado y aún así, todos sabíamos que nada iba a ser lo mismo nunca más.
No es algo fácil de olvidar, que de la noche a la mañana pase desapercibido.
El silencio lo inundaba todo, la gente ya no salía a los pasillos, no se miraban a los ojos, a todo el mundo le costaba respirar aquella mañana, nadie sabía por qué ellos tenían derecho a estar allí y él no, más o menos cercano, es algo que te parte el alma.
Ver llorar a todos, en silencio, simplemente esperando. ¿Qué más se puede hacer?

El cielo estaba encapotado, parecía querer ir acorde con los sentimientos. El color negro predominaba, empezó a llover.
Siempre ves a las personas más cercanas a ti, como personas inmortales, personas que las necestias, y por el simple hecho de que tu vida no tenga sentido sin ellas, crees que nunca se van a marchar. Ves tonterías, como el final cuando en realidad es el principio. No dejes que sea el principio de lo que pudo haber sido. El verdadero final no lo ves hasta que te pasa por delante de los ojos, hasta que ves como alguien llora una muerte, algo irremediable, como si su propia vida se le escapara de las manos, como si las lágrimas tuvieran ya su propio cauce por su piel, como si el dolor pesara tanto que no lo puede sostener, cuando la oyes gritar a pleno pulmón como si lo estuvieran torturando, cuando necesita aunque rechace, alguien que le tienda la mano para no morirse también en ese momento. Entiendes lo que es el final, cuando escuchas decir a alguien que el dolor le come por dentro que él fue, es y será, mientras el siga con los pies sobre la tierra, aguantando no una sonrisa, si no las de todas las personas de las que la suya dependen.
Cuando oyes a todos los compañeros dar las gracias, y solo oyes el llanto que camuflan antes de cada palabra, cuando ves a alguien correr por que no quiere derrumbarse delante de la gente.


Tal vez tú puedas permitirte el lujo de esperar. Tal vez para ti haya un mañana. Tal vez para ti haya mil mañanas, o tres mil, y te quede tanto tiempo que puedas bañarte en él, entretenerte, dejar que se te escurra entre los dedos. Tanto tiempo que puedas desperdiciarlo...
Pero para otras personas, solo queda un hoy. ¿Y sabes qué? Es imposible saber a cuál de los dos grupos perteneces.

Ama, ríe, llora ; siente, como si no hubiera mañana, tal vez así sea.