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lunes, 5 de diciembre de 2011

El principio.


En la vida, hay momentos para todo, momentos para reír, momentos para llorar, consolar, demostrar, mentir, decir la verdad, amar, querer, olvidar, recordar, sentir, emocionarse, ilusionarse, chocar con la realidad, luchar, defender lo que piensas, defender a los que quieres, defenderte, pero nunca, jamás es momento de rendirse, abandonar, conformarse y asentir, agachar la cabeza sin hacerse valer, sin demostrar todo lo que tenemos para ofrecer al mundo.
Hay momentos en los que no te queda más remedio que tomar una decisión, elegir un camino.
En cero coma dos segundos, tiré toda mi vida por la borda.

Son aquellas palabras tan típicas, de sentirse frente a un abismo, que no sabes si es mejor quedarte quieto, o saltar.
Nunca había saltado, soy de esas personas que, irónicamente, se mueren por vivir, y acaban muriendo sin haber vivido, quedándose con las ganas de hacer todo aquello que les apeteció, sin importar lo que dijeran los demás.
Pero, cuando empiezas a desear esfumarte, sea cual sea la manera, cuando ya no hay nada peor que la realidad, cuando piensas que las cosas no pueden empeorar vayas a donde vayas, caigas donde caigas, reunes todo el coraje que te faltó durante años para decir una palabra por encima de otra, para poner punto y final, y saltas, sin mirar atrás ni un segundo, sin pensarlo.

En uno de estes momentos en los que algo dentro estalla, y la rabia golpea por dentro, que quieres desaparecer de la faz de la tierra, donde nadie pueda verte, escucharte, donde nadie sepa tu nombre, donde puedas ser tú, donde puedas empezar otra vez.

Y lo dejas todo, y a todos...
Lo que había sido tu vida, los que te habían acompañado hasta ahora, sacrificar todo, dejar todo atrás por una oportunidad para volver a tener la sonrisa que te acompañaba antes.

22 de junio.
Aquí y ahora.

Último día. Ya no queda nada.

Un cosquilleo me acompañaba, quizá nervios, quizá la sensación de que todo terminara ese mismo día, quizá tristeza y arrepentimiento...

Había escrito una carta, doce años dejan muchas cosas que decir, doce años, se dice pronto, pero da tiempo para tanto, ese primer niño que se fijó en ti, en tu sonrisa, con el que compartiste una mirada tímida por primera vez, que tanto se te aceleraba el corazón cuando se acercaba, , el primer beso, las lágrimas más amargas, los lloros más tontos, tantos juegos de niños, de esos que no quieres que nunca terminen, tantas lecciones, tantas caídas, esas veces que cerrabas los ojos y abrías los abrazos y empezabas a correr, como si el mundo no tuviera límite para ti, como si fueras a devorar poco a poco el dolor de los demás, y al abrirlos ahí estaban las personas más importantes de tu vida, y ahora todo se resumía en sentimientos tan odiosos...



Tenía tanto, tantísimo que decir, no quería quedarme callada, quería irme mirándoles a la cara, aun con los ojos llenos de lágrimas. Iba a delatar todo aquello que había pasado allí, lo tenía tan claro, pero cuando estaba allí, frente a todos, pesaron más los recuerdos felices, las sonrisas, las ilusiones compartidas, que cualquier rencor, que cualquier otra cosa.

Me callé, después de todo, me callé como una estúpida, con la carta en la mano, para no saltarme nada, ninguna injusticia, los miré a los ojos y arrugué la carta, siempre pensé que había sido un acto de cobardía más que de otra cosa. Me habló borde, con arrogancia, ignorante de cualquier situación, o de cuantas veces había llorado yo hasta la madrugada, y con un ala adiós, puso punto y final a todo, puso punto y final a mi vida entera, yo allí, de pie, mordiéndome los labios, con los ojos encharcados, sin dejar salir las lágrimas, solo por el orgullo, de que no me vieran, así, una vez más.

Quizá ellos podrían decir las cosas a sangre fría, sin importar cuantas vidas se lleven por deltante, pero, quizá lo que más me dolió en aquel momento, fue todos los sentimientos buenos, que tenía hacia todas aquellas personas, y que no fuera capaz, de ser como ellos en aquel momento, si no dejar que unos recuerdos pesaran más que tanto sufrimiento. Pero, no me arrepiento.
Salí de allí, estoy segura que decepcionada, y allí, ella, todo lo que tenía, todo lo que tengo, todo lo que quiero, saca lo mejor de mi, y es ese punto que tienes que tocar en mi, para que algo se accione, para que nadie pueda quitarle la sonrisa, como ella hizo, poco a poco, manteniendo la mía. Siempre a mi lado.

Hasta el final del camino.

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