Una día pasa que estás de pie en algún lado y te das cuenta de que no quieres ser ninguno de los que están a tu al rededor. No quieres ser el puto pringado, no quieres ser tu hermano, ni tu padre, ni nadie de tu familia, ni tampoco de tus amigos. Ni siquiera quieres ser tú mismo.
Solo quieres salir corriendo, salir a toda ostia del sitio en el que estás.
En verdad, una mañana te despiertas y se cae esa venda que llevabas en los ojos, esa que te impedía ver el muro contra el que te dabas una y otra vez, que no te dejaba ver que era un callejón sin salida y que lo que llevabas toda tu vida buscando te ha encontrado a ti, que lo que tú querías atrapar te tiene entre sus manos pudiendo utilizarte a su antojo. Ese día te das cuenta de llevas mucho tiempo escribiendo tú solo, de que eres de tu libro tan solo unos pocos capítulos.
Y es que verás, hay mañanas que es mejor no despertar.
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