

Miraras por donde miraras era todo descontrol, parecía aquello una macrorgía, una lamentable acumulación de errores, bañadas en alcohol, que fumabas poco a poco, como cualquier droga. Y tú no eras mucho mejor, tú también estabas allí.


Y es que es esa desesperada sensación cuando, ves que después de tantas cosas que han pasado ya se veía la luz, y las vidas parecían volver a su cauce natural, y todo vuelve a torcerse, tarde o temprano, cada vez para peor, y peor.
¿Qué le pasa al mundo?
Era como una puerta que ponía prohibido el paso, lo vuelve más y más tentador, tanto que te acabas convenciendo a ti misma de que necesitas entrar, da igual lo que digan los demás, por mucho que una parte de tu cerebro sepa que tienen razón, tú solo quieres probar, jugar a equivocarte.
Por mucho que te digan, yo ya cometí eses errores, no lo cometas tú también, sabes que lo harás, por que en la vida, tienes que cometer tus propios errores para aprender de ellos, no puedes aprender de los errores de los demás... O puedes, pero no lo harás.

Querías equivocarte y ahora estás atrapada, sin saber si salir, cómo salir o si es salir lo que quieres, estás asustada, desde fuera parecía todo mucho más bonito, más perfecto, como si nunca fueras a cansarte de ese mundo, pero... le recordaba a cosas, que ya le habían hecho daño en varias ocasiones.

Tenía su cara entre mis manos, la sujetaba, para que fuera capaz de manterse con fuerza, aún así tenía la mirada perdida, lamentablemente, no era algo fuera de lo común para mi, podía reconocer la misma mirada de otros ojos.
Me besó, sus labios sabían a aquel veneno amargo, como sus palabras.

Cada uno pone su propio límite.
Y yo ya he marcado el mío.

Por que verás, no soy diferente a esas personas, soy como todas, pero hay una gran diferencia entre ellas y yo, yo, sí te quiero.

Tonto y tantas veces cínico.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar